Secunda clase. 26 de mayo de 2010
Observaciones: La escena nacional se tiñe de celeste y blanco, de desfiles y marchas militares, de discursos libertarios y emocionales. Cantantes populares de argentina y Latinoamérica conmocionan con su música a miles de personas conglomeradas en el escenario del Paseo del Bicentenario, en Buenos Aires.
En el Paseo están representadas por stands todas las provincias con sus comidas e identidades culturales particulares. Un sector se reserva a la lucha de Madres y Abuelas de Plaza de Mayo. El gran despliegue del festejo libertario centrado en la urbe nacional que todo lo centraliza.
En mi pueblo, banderas argentinas colgadas en casi todas las casas. No sé si es amor patriótico por los 200 años o proximidad del mundial de fútbol. En las vidrieras, banderas, escarapelas, logos celestes y blancos, en la vía blanca dos banderitas en cada una; en las escuelas, banderas, globos, abanicos de diario con pompón y cinta celeste y blanca. El cielorraso de la entrada cubierto con una voluptuosa bandera argentina. El día de la revolución, 25 de mayo, actos patrioteriles por doquier. En Oncativo, un acto obligatorio frente a la municipalidad donde los representantes políticos sacrifican a los niños a eternos discursos estériles para la mente infantil que pugna por escaparse del bodrio burocrático de amar a la patria en la formalidad de un día conmemorativo.
En Luján un Tedéum en la Catedral asistido por cientos de personas, de creyentes y altas autoridades gubernamentales, todos muy solemnes.
¿Qué significa para mí ser argentina en el Bicentenario? Nunca me identifiqué con un sentimiento ferviente de patriotismo. Nunca me emocionó la bandera, la escarapela ni el himno. Me crié con una conciencia de pertenencia más amplia. Me reconozco latinoamericana. Me emociona sentirme hermanada bajo esa identidad con los ciudadanos y pueblos originarios de cualquier país de este Continente y del mundo que comparten el respeto y el amor por la tierra y los seres que en ella convivimos. El Bicentenario marca el comienzo de una ruptura con la dominación allá por 1810. Es una gesta sumamente importante que muchos de sus protagonistas soñaron extendiéndose y fortaleciéndose hasta nuestros días. Creo que hoy no podemos sostener ese sueño. La dominación actual y traída desde hace décadas no tiene sólo nombre de otros países dominantes; sino de empresas que coptan nuestros recursos y exprimen nuestras tierras. El patriotismo genera rivalidades más que hermandades. No me gusta. No me identifica. El patriotismo sólo juega en estas instancias de puesta en escena. Después las banderas se guardan y soñamos el progreso del Primer Mundo y el dinero prometido por las Multinacionales. Cierro mis sentimientos y percepción de este momento citando las palabras de algún aborigen americano “nuestro Planeta es muy pequeño para ser dividido en Naciones. No quiero tener nación, ni bandera ni religión. El mundo debe ser una sola patria, cuya bandera sea el sol, cuya religión sea el amor; pues si la Humanidad sigue dividida por naciones, banderas y religiones, será esclava de la desgracia hasta el fin de sus días”.