En su obra teatral más famosa, "Esperando a Godot" de 1953, el dramaturgo irlandés Samuel Beckett (Dublín, 1906; París, 1989) retrataba a dos personajes, Vladimir y Estragón, que esperan bajo un árbol a un tercer personaje, Godot, que supuestamente le daría sentido a sus vidas. Para ambos, la posibilidad de la no aparición de aquel significaría el suicidio. Pero ninguna de las dos opciones se da: ni se suicidan, ni Godot llega jamás. Con tintes mucho menos dramáticos, esto les pasa a muchos que hoy en día quieren comprar un automovil nuevo en México.
El fenómeno es más o menos reciente (debe tener cerca de diez años como mucho), pero es ahora cuando, prácticamente cada vez que llega un nuevo modelo al mercado, se genera una lista de espera para la entrega del producto. '
Común en Europa, donde los clientes incluso se adelantan al lanzamiento de un producto nuevo depositando dinero, en ocasiones hasta con un año o más de adelanto con respecto a la llegada de un coche específico con tal de ser de los primeros en exhibir en nuevo modelo en las calles, el fenómeno es nuevo aquí. Pero la motivación que un vehículo nuevo produce es, como se ve, universal. En México todos estaban acostumbrados a los viejos tiempos, cuando bastaba ir con dinero suficiente a la agencia para llevarse a casa el modelo más nuevo del mercado.
La curva de ventas de los coches es casi siempre descendente. En un principio todos quieren la novedad, pero en la medida en que ésta deja de serlo y surgen otras, los clientes se cambian hacia la oferta más reciente. Por ello los coches, que de promedio duran cinco años, hoy en día reciben un pequeño lavado de cara a la mitad de su vida para mantenerse atractivos hacia los ojos ávidos por lo "nunca visto".
Los fabricantes de automóviles son conscientes de esto, y es en función de este comportamiento del mercado como diseñan sus planes de producción. Si se dejaran llevar por la fuerte búsqueda inicial de parte de los consumidores y pusieran sus fábricas a trabajar a todo gas para dejarlos contentos, llegarían a un punto en el que, con la demanda en baja, tendrían que cerrar turnos para bajar el volumen de fabricación. Como esto cuesta mucho dinero, los fabricantes simplemente diseñan sus planes de producción según sus proyecciones de promedio de ventas durante la vida del coche.
Sin embargo, no hay nada escrito en la vida, y constantemente todos tenemos que hacer ajustes en nuestros planes. Por supuesto ocurre lo mismo con las fábricas de automóviles, que ajustan al alza o a la baja su producción según la demanda de un determinado modelo que exista en el mercado. De la eficiencia y velocidad con que puedan adaptarse a lo que éste dicta, dependerá en gran medida su éxito o fracaso.